sábado, 30 de enero de 2016

La Virgen del Ramiro y su retablo

En un artículo anterior hemos hablado de la capilla del Instituto, en la que se celebró un emotivo acto el día de nuestra cincuentenaria celebración.
Esta capilla ocupa el lugar del que fuera Museo Religioso, creado en 1945, según hemos podido leer en varios documentos de la época. Como muy bien nos explicó nuestro compañero del 64, Manolo Rincón, está decorada con unas excelentes y minuciosas pinturas de Antonio Cobos Soto que, por cierto, se conservan en muy buen estado.
Antonio Cobos Soto fue profesor agregado de dibujo en el Ramiro y llegó a ser un reconocido artista del dibujo y la pintura, destacando, también, en su labor como prestigioso crítico de arte. Fue uno de los fundadores de la U.D.E. (Unión de Dibujantes Españoles) y colaboró como ilustrador de prensa (El Debate y Ya), así como de cuentos y novelas. Además, tuvo una interesante trayectoria como cartelista y fue premiado con varias medallas en distintos certámenes nacionales.

'Verdadero retrato' de la Virgen del Instituto, firmado por
el Sr. Aragoneses, tal como aparece en el libro de Mindán
(con errata incluida)
Pero la historia de las diferentes capillas que ha tenido el Ramiro de Maeztu va más allá de la que visitamos el 20 de junio. Merece la pena repasarla, en particular porque hay algunos detalles que conviene no olvidar y que, sin embargo, están en riesgo de que la memoria colectiva corra un sigiloso velo sobre ellos.

Cuando el Ramiro se fundó en abril de 1939, los pocos edificios que se le adjudicaron (los que el Instituto Escuela tenía en los 'Altos del Hipódromo') no estaban en condiciones de funcionar con un mínimo de confort. Por eso, el primer curso (1939-40) fue tan especial, ya que profesores y alumnos tuvieron que utilizar unas instalaciones muy deterioradas (y temporales), mientras se acometían los imprescindibles arreglos.
Trasladada en octubre de 1939 la 'cárcel de mujeres madres´que había ocupado desde mayo de ese mismo año el edificio que luego sería 'Residencia Generalísimo Franco' (en la que el padre Gabino bautizó a cerca de cien niños), ese curso pudo comenzar, no sin muchas vicisitudes, en el mes de noviembre.

Como es lógico, en aquella época, no había capilla alguna en las dependencias del Instituto Escuela que ocupó el recién fundado Ramiro de Maeztu.
Es ya en noviembre de 1940 cuando se inaugura la primera capilla del Instituto en la planta baja del recién arreglado edificio de Arniches y Domínguez. Exactamente en el lugar que luego ocuparía la sala de vistas (que hoy sigue existiendo), a la derecha del vestíbulo principal (muy cerca, por cierto, de donde está colocada la placa de nuestra promoción).
Para enriquecer la capilla, el Museo Arqueológico Nacional, cedió (utilizo este término porque no me consta si fue una donación o un préstamo) al Ramiro de Maeztu un bonito retablo barroco aragonés, una bella imagen de la Virgen (Nuestra Señora de la Concepción), también barroca, y un sagrario, de la misma época (principios del siglo XVIII). Esta talla, de autor desconocido, fue desde un principio patrona del Instituto y era conocida como la 'Virgen de los Estudiantes'.
Según nos cuenta el padre Gabino, esta capilla original tenía categoría litúrgica de oratorio semipúblico.

Retablo barroco y Virgen de los Estudiantes

Y así debió permanecer, desde su inauguración, el 11 de noviembre de 1940 (con una misa solemne de Espíritu Santo, a la que asistió el ministro de Educación Nacional), hasta mediados de los años cuarenta, cuando se acometió, más o menos simultáneamente, la remodelación y ampliación de los edificios originales (Sánchez Lozano, fue el arquitecto encargado de ello) y la construcción de la nueva iglesia del Espíritu Santo (Fisac), edificada sobre el terreno que ocupaba el auditorio del CSIC.

La capilla de la Virgen, en 1946 (recién instalada en la iglesia del Espíritu Santo)
El retablo barroco, la imagen de la Virgen y el sagrario se instalaron en una pequeña capilla lateral de la recién construida iglesia, a la que se tenía fácil acceso desde la puerta lateral por la que se entraba desde el Ramiro (y que hoy permanece herméticamente cerrada). En aquel tiempo, a todo el mundo le pareció la mejor solución, ya que dignificaba, gracias a la monumentalidad del nuevo templo, el recinto que albergaba a la 'Virgen de los Estudiantes' (que seguía saliendo en procesión cada final de curso).
En esta misma época se creó el Museo Religioso, del que ya hemos hablado, pero este espacio no estaba acondicionado para el culto, así que alguien pensó que no era mala idea tener una capilla (más modesta que la anterior) en el propio edificio donde estaban los alumnos.
Y aquí es donde me pierdo un poco en las fechas. No tengo constancia exacta del año en el que comenzó a funcionar esta nueva capilla (que se instaló en un lugar evidentemente no proyectado para este fin, en la segunda entreplanta). Tampoco tengo el dato del año en el que el padre Granda comenzó su labor de director espiritual del Ramiro ni si fue él quien propuso la instalación de esta capilla. Sí está constatado, sin embargo, que promovió el encargo de una nueva imagen de la Virgen y un sagrario (los que hoy están en el museo-capilla de nuestra celebración). Al parecer, esta imagen (obra, según afirma Manolo Rincón, de Vicent Benavente) fue costeada por los propios alumnos.
Estampa de la talla de Vicent
El padre Gabino se refiere así a ella: "A iniciativa del P. Granda se deben la imagen de la Sma. Virgen, que se venera en la Capilla del Instituto, obra del escultor Vicent, talla devota y artística, de líneas entre modernas y clásicas, y el Sagrario del altar, de plata dorada".
Mindán, por su parte, dice lo siguiente: "Fundó la Congregación Mariana [Granda], convirtió el Museo Religioso en Capilla (quizá para independizarse del Rector de la Iglesia del Espíritu Santo donde teníamos una capilla especial para el Instituto). Mandó hacer una interesante imagen de la Virgen para presidir la Capilla; se hizo a costa de los alumnos principalmente, y mandó hacer unas bonitas medallas para los congregantes".
Para acabar de incentivar mi confusión sobre los detalles exactos del proceso, Alvira escribe: "En los comienzos de la vida del centro se instaló una capilla provisional en la planta baja del instituto, hasta que se hizo otra en el piso primero (que subsiste actualmente) decorada por el artista señor Cobos. Está presidida por una imagen de la Virgen. Pero también fuimos autorizados a utilizar la iglesia del Espíritu Santo, de gran cabida, y que tenía una puerta de entrada por el recinto del instituto".


Tenemos, por tanto, varias incógnitas por despejar: 
1. La correcta identificación del escultor 'Vicent'. 
2. El año en el que comenzó a funcionar la capilla de la segunda entreplanta.
3. El momento en el que se cerró esa capilla y se reconvirtió el Museo Religioso.
4. El año de incorporación del padre Granda como director espiritual.


Hagamos en este punto un pequeño inciso para recordar algunas cifras interesantes.
Para la primera capilla, se contó con una pequeña donación de la embajada alemana y, al parecer, se destinaron 5.000 pesetas para objetos de culto.
El Ministerio de Educación aprobó una dotación de 61.000 pesetas para la realización del Museo Religioso, aunque un año más tarde aprobó la concesión de un crédito para su 'completa instalación'.
Antonio Cobos Soto pasó un presupuesto de 75.350 pesetas para la realización de las pinturas murales, resultando la suya la mejor de las tres ofertas presentadas (Antonio Jubera, 80.300 pts. y Jesús Bernal, 86.640 pts.).

No hemos mencionado, hasta ahora al padre Cuéllar. Todos le conocemos bien (yo he tenido la suerte de poder saludarle personalmente hace unos meses) y sabemos que entró en el Ramiro en 1960 para compartir la dirección espiritual del centro con el padre Granda. Por lo tanto, poco pudo participar en la historia comentada más arriba. Pero sí es preciso mencionar que, años más tarde, terminada su etapa de director espiritual e, incluso, la que vivió después como profesor, D. Fidel fue rector de la iglesia del Espíritu Santo y autor de un libro titulado 'La obra artística de Fisac, Adsuara y Stolz en la Iglesia del Espíritu Santo', editado por el CSIC en 2007.
Su contenido es interesante y está muy bien documentado y explicado, por eso sorprende que, cuando habla de la capilla de la Virgen, no mencione que, tanto la imagen como el retablo y el sagrario son del Ramiro y que desde nuestro Instituto fueron trasladados a la iglesia. 
Lo que sí dice es que el primer santo canonizado que celebró una misa en esta capilla barroca fue san Josemaría Escrivá, el 5 de junio de 1947. al dar la primera comunión a una hija de D. Tomás Alvira.

Sagrario barroco en el altar de la capilla
A mí no me parece mal que estén allí. Por el contrario, creo que están más protegidos (dentro de lo que cabe) que en el actual Ramiro de Maeztu. 
También sostengo que un recinto religioso es más apropiado para conservarlos que un instituto estatal, de carácter aconfesional, como corresponde al Estado en el que vivimos... pero eso no debe privarnos de un patrimonio que es nuestro, de todos los estudiantes del Ramiro, pasados, presentes y futuros. 
Me gusta que, al menos, no se olvide su historia. 
Nuestra historia, al fin y al cabo.

Vidriera de la Inmaculada Concepción en la capilla de la Virgen de la iglesia del Espíritu Santo











Nota: Recomiendo la lectura de los artículos que nuestros compañeros Paco Acosta y Manolo Rincón, ambos de la promoción del 64, han publicado sobre este tema en su blog. Son muy interesantes (como todos los suyos, claro).

miércoles, 27 de enero de 2016

Doce arquitectos y un destino

Probablemente tenemos más arquitectos en nuestra promoción, pero fueron doce los que asistieron a la celebración del pasado 20 de junio. Ellos son los que aparecen fotografiados en la escalera del Instituto.
La foto obedece (aparte del evidente motivo de un recuerdo colectivo de compañeros de profesión, además de serlo en el bachillerato) al interés del grupo en constatar su inquietud por la degradación que edificios y zonas anexas de las instalaciones presentaban. Nos constan los esfuerzos del equipo directivo por evitar que los males hayan sido mayores, eliminando pintadas y manteniendo el recinto en un razonable estado de limpieza, pero las sucesivas actuaciones en casi todos los elementos que conforman lo que, antes, fue el Instituto Nacional de Enseñanza Media Ramiro de Maeztu (ahora son, al menos, dos entidades diferentes las que gestionan el todo homogéneo que fuera en nuestros días), realizadas sin el criterio de respeto histórico-arquitectónico debido y, probablemente, con objetivos diversos a los que muchos consideramos idóneos, han llevado a que lo que fue un modelo, también en sus instalaciones (como lo fue en su vertiente educativa y docente), se encuentre en el estado de deterioro arquitectónico actual.

Los compañeros que aparecen en la fotografía son (de izquierda a derecha y, por filas, de atrás adelante):
Rodríguez Gran, Cifuentes, Sánchez López, Villarejo, Pichel, Tabuenca, Pérez Alonso, Bustos, Almagro, García Delgado, Hernanz y Jalvo.





























Ahora, aunque solo sea para dar fe de la preocupación que nos une ante tanto desbarajuste general, sería bueno dejar constancia de la reivindicación por ellos sugerida (a la que podrían unirse compañeros de otras promociones) y, amparados en su doble autoridad (moral y profesional), emprender las acciones que consideren más indicadas para recuperar en lo posible los valores arquitectónicos (e históricos) que Arniches Moltó, Domínguez Esteban y Sánchez Lozano nos legaron con su obra. ¡Ánimo, compañeros!

jueves, 21 de enero de 2016

Con el mundo a nuestros pies

Nuestra visita al Ramiro del día 20 de junio de 2015 llegó a su punto más alto (literalmente hablando) cuando subimos a la terraza del edificio principal del Instituto. Un lugar al que muchos nunca habíamos accedido y desde el que se comprueba lo que siempre nos pareció a todos: el Ramiro domina el mundo. Al menos, siendo un poco más modestos, domina Madrid (que no es el mundo, pero casi).
Fue un momento muy particular, en el que, bajo el infinito cielo azul de junio, pudimos disfrutar de unas vistas espectaculares y de un perfil de la ciudad radicalmente distinto al que hubiésemos contemplado en nuestros años de bachiller.

Fotos hubo muchas, así que vamos a comenzar con lo que desde allí se veía de las vistas. Sirvan estas cinco de buena muestra:







































































Algunos subimos un poco más arriba, y llegamos junto a la maltrecha cúpula del observatorio. Allí, nuestro cicerone Manolo Rincón nos enseñó, de cerca, el lamentable estado en el que se encuentra la cúpula, cuya reparación es muy necesaria y urgente. Según parece, está resultando muy complicado conseguir la pequeña subvención que se precisa para su arreglo. Si alguien tiene una idea para resolver este desastre en ciernes, que la exponga. Será muy bienvenida.






















































En la terraza, se formaron grupos de forma espontánea y todos tuvimos la oportunidad de conversar con nuestros compañeros mientras paseábamos sobre la cubierta del edificio en el que tantas horas pasamos durante la adolescencia. Sin duda, uno de esos ratos relajados del día que quedarán, para siempre, guardados en nuestra memoria.