viernes, 26 de agosto de 2016

La última clase del padre Mindán

Es de todos conocido que el padre Mindán fue, probablemente, el más longevo de nuestros profesores.
Manuel Mindán nació en Calanda (Teruel), el mismo pueblo del que era natural Luis Buñuel, el 12 de diciembre de 1902 y falleció en Madrid el día 19 de septiembre de 2006, cuando apenas le faltaban tres meses para cumplir ciento cuatro años de edad.
Pues bien, aunque siguió dando clases hasta los ochenta y tres años en el Centro de Estudios Universitarios, se jubiló como catedrático del Ramiro en 1972, al cumplir los setenta. Sin embargo, nos consta que, en determinadas ocasiones, impartió clases excepcionales, con motivo de especiales circunstancias. Por ejemplo, la celebración del aniversario de alguna promoción determinada.
En su libro 'Reflexiones sobre el hombre, la vida, el tiempo, el amor y la libertad', publicado en Zaragoza en el año 2002, se incluyen algunas de ellas.








Yo no sé si, como dice el título de este artículo, esta clase del padre Mindán, cuyo texto incluimos más abajo, fue la última o no (aunque es muy probable), pero sí me ha parecido muy interesante reproducirla aquí, tanto por el tema tratado como por las circunstancias que la rodean. Sobre todo, teniendo en cuenta que este blog tiene su origen en la celebración del medio siglo de nuestra promoción.
Se produjo con motivo del cincuenta aniversario de la promoción de 1948, precisamente la de nuestro año de nacimiento, y tuvo lugar, en un aula del Ramiro, el 27 de marzo de 1998 (cuando nuestro profesor tenía la nada despreciable edad de noventa y cinco años). La transcribo tal como aparece en su libro.


El ideal pedagógico del Ramiro de Maeztu

Solía comenzar mis clases con una sentencia, un aforismo o una frase de un autor famoso que ligeramente comentábamos antes de pasar al asunto del día. Hoy la frase que se me ocurre es un verso de Virgilio, en el tercer libro de las Geórgicas, que dice: "Fugit interea, fugit irreparabile tempus" (Huye entretanto, huye el tiempo irrecuperable). Lo vemos y sentimos en lo velozmente que han pasado estos cincuenta años. Parece que era ayer cuando os veía correr por esos patios, subir esas escaleras llenos de brío y de vigor, cuando estabais sentados en las aulas, los del "A" en el ala del mediodía, los del "B" en el ala del norte. Me acuerdo aún de la posición de muchos de vosotros en clase, y ahora a muchos no os reconocería, porque estáis aquí con arrugas en la frente, con los cabellos blancos, otros ni siquiera los tienen. Tenéis vuestras carreras terminadas y vuestras profesiones cumplidas, pero todavía estáis en una edad de oro para poder hacer algo importante en la vida y eso os debe confortar y hacer vivir con esperanza.

En cambio, el tiempo ha pasado por nosotros con mayor estrago, aquí encuentro estos profesores compañeros míos, que no serían capaces de formar un equipo de fútbol para jugar contra los alumnos el día de Santo Tomás, como hacían entonces. Me acuerdo con qué brío luchaban pero casi siempre perdían. En cuanto a mí, estoy viejo y maltrecho como una lámpara rota. Efectos del tiempo veloz.
Dicho esto, paso al asunto de hoy. Es hablaros del ideal pedagógico que tuvimos para hacer lo que hicimos con vosotros. Ello fundado en el pensamiento y la doctrina de nuestro titular Ramiro de Maeztu. Muchos ignoran esto, incluso algunos que fueron aquí profesores, pero estábamos un núcleo que animábamos a todos desde ese ideal y esos principios.

Voy a hacer un poquito de historia. En el año 1923, en el mes de septiembre, el Gobierno Español solicitó de la Liga de las Naciones que entonces estaba en Suiza, en Ginebra, que reconociese el bachillerato español como apto para entrar en las Universidades europeas. La contestación fue tajante: ¡No! Y la razón porque el bachillerato español tiene un nivel muy por bajo del bachillerato normal europeo. Esto contristó a muchos, pero era verdad. A mayor abundamiento, por aquellos días, el mismo 13 de septiembre, el día en que se instaló la Dictadura, (o la "Dictablanda", como la llamaban algunos), del General Primo de Rivera, aquel día El Debate, uno de los dos mejores periódicos de la España de entonces, publicaba una entrevista con el Padre Ledochowski, General de los Jesuitas, que venía de visita a España y le preguntaron: ¿Qué le parece a Vd. los planes de estudio españoles y en especial los de Enseñanza Media? Y él contestó: Muy malos, parece que se han hecho de intento mal, son irracionales, van a destrozar las inteligencias en vez de prepararlas y eso es una pena en un país como España que tiene tantos talentos. El Padre Ledochowski conocía muy bien la situación del mundo, llevaba doce años de General de los Jesuitas y estaba acostumbrado a recorrer varios países.

Entonces Ramiro de Maeztu estaba de corresponsal en Londres, había estado antes en Berlín y en París, pero ahora estaba en Londres representando al periódico El Sol, otro de los dos grandes periódicos. Era un periódico de los intelectuales de izquierda, dirigido por D. Manuel Aznar, abuelo del actual Presidente del Gobierno, y siendo corresponsal comenzó a escribir en El Sol dieciocho artículos llenos de sentido y de doctrina muy interesantes, yo los guardo, y en ellos comenzaba por reconocer el hecho de que verdaderamente la enseñanza en España estaba por debajo de los niveles que debía tener. La enseñanza universitaria no es más que enseñanza media, la enseñanza media es enseñanza primaria y la primaria es enseñanza de párvulos. Luego, dijo, hay que promover la cultura en España y se metía con los gobiernos tanto de derechas como de izquierdas que habían tenido descuidada esta labor.
La cultura, decía, es la fuerza de un país. Un país es grande por su cultura y pretendía que se formase un partido político llamado el Partido de la Cultura. Pero en otro de los artículos posteriores sostenía: La cultura de un pueblo, que es el principio de su grandeza, depende de la enseñanza media. En todos los países que tienen una enseñanza media floreciente tienen una cultura extraordinaria y los que la tienen baja y deficiente tienen una cultura pobre y esto le pasa a España. Hay que preocuparse de la enseñanza media, del bachillerato, y daba una serie de consignas en los artículos posteriores. La enseñanza media tiene que ser costosa, debe el Estado gastarse los cuartos en la enseñanza media, o que lo paguen los padres que puedan, pero sin dinero no se puede llevar esto a flote.

En segundo lugar la enseñanza media debe ser dura y exigente, nada de contemplaciones, hay que exigir el esfuerzo tanto de profesores como de alumnos; el esfuerzo y el éxito, o no se hace esfuerzo y no se va a ninguna parte. Hay que exigir. La enseñanza media debe ser, por lo tanto, selectiva, deben entrar en ella todos los que quieran, todos los que pasen el examen de ingreso. Ya os acordáis que se ingresaba a los diez años con un examen que ahora muchos alumnos a los dieciséis años, según cuentan los periódicos, no serían capaces de vencer, aquel examen que nuestros alumnos tenían a los diez años. Bueno, pues la enseñanza debe ser selectiva, se debe admitir a todos los que quieran, pero, cuidado, no dar el título sino a los que lo merezcan, porque sería un desastre nacional si a la universidad llegan incompetentes. Entonces tendríamos médicos que matan en vez de curar, tendríamos arquitectos a los cuales se les caen los edificios a los pocos días de construidos, tendríamos abogados que perderían los pleitos en vez de ganarlos, tendríamos profesores que van a sus clases a justificar el sueldo, pero no con el afán de enseñar todo lo que deben saber. Además, decía, la enseñanza media debe ser uniforme, es decir, todos deben estudiar las mismas cosas, debe ser enemiga de la especialización y daba sus razones; la especialización a una edad temprana impide al hombre ser testigo del horizonte cultural y sabrá hablar sólo de aquello en que se ha especializado; es como el que se mete en un pozo y allí descubre tesoros, pero ha perdido el horizonte humano, el horizonte de la cultura humana.

De las tres enseñanzas que hay, la enseñanza primera o primaria es homogénea pero no selectiva, es para todos los que van; la enseñanza universitaria es selectiva pero no homogénea porque cada facultad o cada escuela enseña lo suyo propio; la enseñanza media es homogénea y selectiva.

La enseñanza media debe ser humanista, llamando humanista a las disciplinas tradicionales que siempre se han cultivado. Las tres disciplinas que han de ser el nervio de la enseñanza media son las matemáticas, las lenguas clásicas y la filosofía. Estas tres asignaturas que son difíciles para los chicos.

Tiene que ser sobre todo humana. En el hombre hay que atender a dos facetas esenciales de su educación, hay que educarlo primero como hombre y ciudadano antes de como profesional y luego tiene que ganarse la vida con una profesión y tiene que estudiarla y formarse en ella, educarse en ella. Lo segundo corresponde a la Universidad, pero lo primero formar hombres, realmente educar para hacer hombres, esto pertenece a la enseñanza media y esto es lo que nosotros asumimos, quisimos hacer de vosotros ¡hombres!, hombres cabales. Para eso nos propusimos desarrollar todas vuestras facultades y todas vuestras facetas humanas.

En primer lugar, por exigencia de la Ley y por necesidad, porque teníamos que prepararos para la Universidad y además era una actividad que no podían sustituir las familias ni las asociaciones privadas, era la preparación intelectual. Éste era el primer deber que teníamos. Prepararos intelectualmente y nuestra preparación no consistía en daros datos y atiborrar vuestra inteligencia de conocimientos. No, "non multa sed multum", no muchas cosas, sino mucho y bien. Por eso tratábamos más que de daros conocimientos de desarrollar vuestras facultades intelectuales porque eso es educar, "educere" educar, sacar de dentro lo que se tiene, desarrollarlo y en el hombre que es hombre libre, según unos determinados ideales. Pues bien, nosotros tratábamos de desarrollar de vuestra inteligencia los valores esenciales. Hay cuatro factores intelectuales que son necesarios para toda actividad humana. El uno, el factor cálculo, que lo dan preferentemente las matemáticas, el segundo el factor abstracto que lo da principalmente la filosofía, porque no sólo hay que tratar con cosas y cacharros, hay que tener ideas que son las que fecundan la realidad. Para tener ideas hace falta un pensamiento abstracto y la filosofía contribuía mucho a esto. Hay otro factor que es la relación del pensamiento con la expresión. El hombre es un animal lógico, un animal que habla, que se comunica con los demás y por lo tanto tiene que tener perfecta adecuación entre lo que piensa y lo que quiere decir y esto se consigue desde luego con la lengua propia, pero sobre todo con las lenguas clásicas que son lenguas sabias. Los que no las han estudiado bien no saben esto. Pero los que las hemos estudiado detenidamente, sabemos que hay modos de expresión en esas lenguas que no se encuentran en las modernas. En cuarto lugar, hay otro factor que es la relación del pensamiento con la práctica, con la acción, es decir, que uno haga lo que piensa y que lo que ha hecho resulte según él lo ha pensado. Esto se ejercita sobre todo en los laboratorios y en los talleres; es donde la acción se perfecciona.

Pues bien, estas son las cuatro cosas que quisimos desarrollar en vosotros y creo que se hicieron. Para eso, por ejemplo, huíamos del memorismo a pesar de reconocer la importancia de la memoria, porque sabíamos y sabemos que sólo se sabe lo que se recuerda, pero, una cosa es esto y otra cosa aprenderse de memoria cosas que no se han entendido, y esto había que evitarlo. Aún así, alguno de vosotros me engañó. Sé que se aprendió la filosofía de memoria pero, naturalmente, bastante trabajo tuvo.

Además, nosotros no queríamos que fueseis gente pasiva e inactiva, sino que contribuyeseis también a vuestra formación, porque estábamos convencidos de que la educación, si no es autoeducación, no es nada. Es decir, si el educando no asume los principios educativos, lo que se le quiere enseñar, es inútil nuestro esfuerzo. Es como si se echara agua sobre el mármol o se tirase una pelota contra la pared, las ideas les rebotarán lo mismo. Hay que poner algo de suyo como en las preguntas, en los escritos, en la ordenación del propio trabajo, en fin, entonces, os dábamos las consignas para esto.

Bien, pero un hombre no es sólo inteligencia, teníamos que cuidar otros factores vuestros. Lo primero sois hombres de carne y hueso, tenéis un cuerpo. Os recibíamos aquí niños, en la Preparatoria de seis años, o en el Instituto de diez y había que sacaros hombres a los diecisiete o dieciocho años. Y, claro, teníamos que atender a vuestro cuerpo, queríamos hombres sanos y fuertes y para eso estaba la gimnasia, estaban los deportes.

Acordaos que el primer acto de la mañana era media hora de gimnasia para todo el Instituto. Formado en el campo de fútbol, bajo la dirección del Comandante Marcos Daza. Se hacían unos ejercicios para desentumecer y calentar el cuerpo. Luego, durante el día, se daban, bien en el gimnasio, bien en el campo libre, las clases de gimnasia que exigía el Plan de Estudios. Pero, además, nos preocupábamos de los deportes. Al principio, todo el mundo, todos los alumnos, se dedicaban a dar patadas a balones; parecía que el único juego que había aquí era el fútbol. Pero pensamos que el monodeportismo no es educativo, y entones pusimos, ahí fuera, dos campos de baloncesto con sus cuatro cestas, pusimos un frontón de pelota, un campo de tenis, que estaba junto al parque de juegos infantiles, donde está ahora el polideportivo Antonio Magariños. Teníamos una piscina, vosotros la gozasteis. Estaba abierta desde San Isidro hasta la Virgen del Pilar, todo el verano a disposición de los alumnos que quedaban en Madrid, y también el último mes de curso y el primero. A veces se hacían campeonatos de natación. En fin, teníamos otros deportes. Por ejemplo, el Instituto compró cuarenta equipos de esquí y los ponía a disposición de los alumnos que, los días de fiesta, durante el invierno, querían ir a la sierra con algún profesor y mientras duraban las nieves. Fletábamos un autobús por nuestra cuenta; luego el autobús quedó definitivamente asignado al Instituto, con su chófer, aunque estaba en el parque móvil de los coches oficiales.

Después se crearon otros deportes, pero el que más cuajó fue el baloncesto, y hace ahora cincuenta años, culminó el baloncesto en la fundación del Club Estudiantes. Se construyó, un poco después, un campo cubierto para el baloncesto, que luego le hemos llamado "la nevera", por el frío que hacía hasta que, más tarde, se hizo el polideportivo Magariños.

Pero, además de los deportes, como complemento teníamos nuestro servicio médico. Había dos médicos constantemente mientras estabais en las clases. Sobre todo uno era muy buen médico, el doctor Pérez Vázquez. Cuando os pasaba algún incidente o accidente, alguna pequeña cosa, se iba al servicio médico. Pero el médico no solamente era eso; al principio de curso preparaba una ficha médica de cada alumno, de la cual disponía el Director del Centro y el Servicio Psicopedagógico; y teníais, además, un dentista que venía todos los sábados y gratuitamente os atendía.

Pero, como no sólo sois cuerpo, había que atender también a la formación espiritual, moral y religiosa. Además de los profesores de Religión, que os daban datos y teoría religiosa, disponíais de un Director Espiritual que os atendía varias horas al día; él no daba ninguna clase, pero os daba un retiro mensual, os daba ejercicios espirituales al año, y todo esto, con el interés de formaros religiosamente. Todo ello sin beaterías, sin grupos exclusivos, sin luchas, con respeto absoluto a vuestra libertad y a la libertad de los que tenían otra religión, o de los que no tenían ninguna; porque, os acordáis, que en este Instituto había reconocidas varias religiones. Teníamos un grupo de musulmanes a los cuales se puso en el Internado una habitación alfombrada para que hicieran sus oraciones y se trajo un Imán para que les ayudase, les instruyese y les dirigiese en lo religioso. Y había también un grupo de protestantes o evangélicos, en general hijos de alemanes que habían pasado aquí la II Guerra Mundial, o eran hijos de diplomáticos noreuropeos, y a esos también se les tenían especiales atenciones, de modo que no había fobias ni se discutían aquí las cosas de tipo religioso.

Y lo mismo que se cuidaba de vuestra educación física y de vuestra educación espiritual, nos cuidábamos de  muchos otros aspectos formativos; no hay tiempo para hablar de todos ellos. Por ejemplo, en el aspecto social, es verdad que había aquí hijos de ministros, hijos de catedráticos de universidad, hijos de potentados económicamente, incluso algún príncipe; pero también es verdad que había hijos de lavanderas, hijos de porteros, y hasta huérfanos de Auxilio Social, de los cuales probablemente en vuestro curso habría alguno, porque queríamos que conviviesen aquí ricos y pobres, que se conociesen y se fuesen entendiendo previendo las luchas del mañana. Y más. Llegaba esto a mucho más. Acordaos que para Navidades siempre hacíamos visitas a los barrios pobres de Madrid, principalmente a Vallecas, y allí se compartían con los chicos que lo necesitaban juguetes, ropa, dinero, etc.

Hay un factor que para nosotros fue muy importante, que fue vuestra educación o formación estética y artística. Esto, en muchos institutos no se comprendía bien, pero nosotros creíamos que para formar al hombre, la delicadeza del hombre, esto era necesario. Y por lo que toca a las artes plásticas, desde las clases de dibujo se fomentaban; ahí está Cobos, está Ayala, y antes García Saúco, Aragoneses, aquel buen muchacho que nos hacía aquellos dibujos tan amables en todas las cosas que imprimíamos. Teníamos también un taller de modelado y pintura que dirigió algún tiempo vuestro compañero Barón. Pero, partiendo de ahí, os llevábamos a visitar todos los museos de Madrid. Sobre todo aprovechábamos los viajes que organizábamos para conocer artísticamente toda España. Si os acordáis, teníais viajes todos los cursos, los tres primeros cursos era excursión de un solo día y se iba en general dentro de la provincia, o a Aranjuez, o a Alcalá o a El Escorial. Después, ya en cuarto y quinto, se tomaban dos días y ya se iba a Toledo, a Segovia, a Ávila, y luego cuando ya las excursiones se convertían en viajes de estudio auténtico era en sexto y en séptimo. En sexto eran cinco días y en séptimo eran, por lo general diez días. Hubo veces que se extendieron a doce. Hicimos excursiones a toda España, a Francia, a Italia, a Portugal y al norte de Marruecos.

Hay otro aspecto artístico en el que teníamos especial interés y era la música. No todos los institutos tenían profesor de música. Vosotros los teníais muy buenos. ¿Os acordáis del Padre Enrique Masó? Un gran profesor y una gran persona. Después ha habido otros profesores como el Maestro Benedito. Ahora tenéis uno muy bueno Palazón y la Srta. Carmen Fillol. Pero aparte de tener profesores también fomentábamos los coros y las rondallas, pero sobre todo los conciertos. En primer lugar teníamos la facilidad de oír conciertos de piano, porque uno de nuestros profesores, Catedrático, Leopoldo Querol era un pianista formidable y nos daba con mucha frecuencia conciertos. Y también un sacerdote buenísimo del que os acordaréis, el Padre Ignacio Isasmendi que era Capellán del Centro, nos daba alguna vez conciertos de órgano en el Espíritu Santo. Pero aparte de esto gozamos conciertos de las Orquestas Sinfónicas mejores de España. Aquí venían la Orquesta Nacional, la Orquesta Municipal de Madrid, la Orquesta de Radio Nacional, que dieron conciertos famosos. Aquí venía la Agrupación Nacional de Música de Cámara que nos dio muchos conciertos. Aquí venían muchos especialistas famosos, aquel pianista Cubiles, el guitarrista Regino Sainz de la Maza, Joaquín Rodrigo. Todos ellos con su palabra y su ejecución nos han enseñado a través de los cursos, y hemos gozado con sus intervenciones. También teníamos quienes nos daban charlas educativas musicales hombres como Federico Sopeña, como Fernández Cid, como Antonio de las Heras, como el Padre Nemesio Otaño, que era el Jefe del Conservatorio Musical de Madrid.

Hubo algunos que fueron una delicia. Me acuerdo de un año en que la Agrupación Nacional de Música de Cámara nos dio todos los Cuartetos de Beethoven en tres o cuatro conciertos de una manera maravillosa. Además tuvimos tres Conciertos Sinfónicos. Me acuerdo otro año en que se dio la música romántica: Schubert, Schumann, Chopin. Y otro, que fue el año de las Sonatas. Se dio la Sonata de Violín, la Sonata de Piano, la Sonata de Violonchelo, la Sonata de Guitarra, la cual nos la dio Regino Sainz de la Maza. Realmente eran cosas que llegaban al alma. En vuestro curso, cuando vosotros estudiabais séptimo, el curso 1947-1948, tuvisteis dos conciertos muy importantes en el mes de diciembre, uno de Mendelson del cual se celebraba su centenario y otro sobre Brahms del cual se celebraba el cincuentenario. Luego tuvisteis otras cosas. en enero se os dio unas explicaciones y unos conciertos de música infantil. Se os dio después también la Suite Iberia de Albéniz completa.

Pues bien, dejemos ya de facetas y de modos de contribuir a vuestra condición de hombres. Lo cierto es que todo lo que nosotros pensábamos que podía contribuir a haceros hombres lo poníamos a vuestra disposición. Por ejemplo, creíamos que un hombre debe saber nadar y ya he dicho que teníais la piscina, que un hombre debe saber montar en bicicleta y teníamos cuarenta bicicletas a vuestra disposición, que a veces se empleaban para ir a ver un museo o ir a ver una fábrica; pero también las empleamos, no sé si os acordáis, para un concurso ciclista desde el Centro a El Escorial. Nos trasladamos a El Escorial todo el Instituto completo, cerca de dos mil alumnos; fletamos un tren y pasamos el día en El Escorial, pero los alumnos concursantes con algún profesor vinieron con su bicicleta desde la puerta del Instituto hasta la estación de El Escorial; les perdonamos la subida última. Al final se dieron los premios. Creíamos, por ejemplo, que un hombre, sobre todo intelectual debe saber escribir a máquina, entonces no había ordenadores y naturalmente os pusimos una profesora de mecanografía y taquigrafía para el que quisiera, eso era voluntario. Creíamos que un hombre debe saber sacar una fotografía, no solamente sacarla sino saber revelarla y ampliarla y teníamos un taller de fotografía para eso. Todo hombre aspiraba a tener un coche y teníamos un taller de automovilismo para que os preparaseis. Esto aparte de otros talleres para los que querían probar su habilidad para hacer cosas perfectas como era el taller de metalotecnia, el de carpintería. Al que todos teníais mucha afición y en el que no cabían siempre todos era el taller de transmisiones, donde se estudiaba telegrafía, telefonía, radio. En fin, todo lo que podía contribuir a vuestra formación lo pusimos a vuestra disposición. Y es que nosotros no queríamos hacer de vosotros marionetas que manejaran por ahí la gente a su arbitrio, ni queríamos hacer máquinas especializadas para producir. Queríamos hacer hombres enteros, cabales, dueños de sí y de su propio destino, que fuesen capaces, con todas sus facultades suficientemente desarrolladas, de emprender cualquier carrera o profesión a la cual su vocación les empujase.



Ya sabéis que todos los libros de D. Manuel Mindán se pueden conseguir en la bonita librería Pérgamo (General Oráa 24), que se conserva intacta desde nuestros tiempos del Ramiro.
En ella, Lourdes Serrano, su propietaria, os atenderá estupendamente. Sabe mucho del Instituto y, en especial, del padre Mindán (fue él quien la bautizó).
Os recomiendo que la visitéis y habléis con ella. Ya no quedan en Madrid muchas librerías como Pérgamo. Y, todavía menos, expertas libreras con la categoría de Lourdes Serrano.

Sin duda, esta histórica librería y su dueña se merecen que pronto escribamos un artículo sobre ellas en nuestro blog.



6 comentarios:

  1. En esta lección magistral he visto reflejado todo lo que recibimos, aunque con algunos cambios en ciertos matices, que se produjeron en los 17 años que separa la promoción del 48 de la nuestra, del 65.

    Gracias de nuevo, padre Mindán, por lo mucho y bueno que nos transmitíeron Vd y todos los componentes del claustro.

    Sólo lamentar que la enseñanza haya vuelto, en España, a una situación similar (si no peor) que la descrita en aquél 1923. Hemos "progresado" hacia atrás, como los cangrejos. Y ello nos hace doblemente privilegiados, comparando la educación que recibimos en aquellos años, con la recibida por nuestros hijos y nietos. Y de esto, nuestra generación es la única responsable.

    De nuevo gracias a aquellos que fueron, además de ser nuestrso educadores y formadores, un ejemplo constante de vida.

    Juan R. Lozano (firmado "Amenofis")

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  2. Muy interesante esta su "última clase" del p. Mindán, que sigue manteniendo ideas y propuestas que serían útiles si se aplicasen ahora a la educación. Lástima, como dice el compañero Juan R., los niveles educativos actuales dan pena en comparación con los de otros países.

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  3. Se lo he circulado a los de la 64 para que lo vean. Abzs. Tricente

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  4. Que buena lección del Padre Mindán!.Paco muchas gracias por todo tu interés en mantenenernos informados!

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  5. Tengo un gran recuerdo del Padre Mindan. Con el tuve la experiencia de los examenes "Peripatéticos" como el los llamó.
    Yo me luxé el hombro derecho en Preu y como no podia escribir, me examinó charlando, en un paseo en el que me llevaba del brazo. Creo que es el examen en que menos nervios me he puesto.

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  6. Un gran profesor, un gran humanista y un formador de primera línea, al igual que un trabajador incansable.

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