martes, 10 de noviembre de 2015

Un laboratorio: Ciencias Naturales

El 20 de junio, tras el regreso de nuestra promoción a las aulas, se produjo una cierta dispersión del grupo. Dado que nuestra fotógrafa oficial carecía del siempre conveniente don de la ubicuidad, tomó la decisión de seguir a los que se dirigieron al laboratorio de Ciencias Naturales. No sabemos si fue la más acertada de las opciones pero, al menos, nos dejó algunas instantáneas dignas de ser recogidas en el blog y quedar, así, para la posteridad.

Para hablar de este singular laboratorio, nada mejor que empezar reproduciendo las palabras que de él se recogen en el ya mencionado libro del Instituto, publicado en la segunda mitad de la década de los años cuarenta:




Allí, tras escuchar las documentadas explicaciones de nuestro compañero del 64 Manolo Rincón, pudimos admirar las deterioradas pinturas al fresco realizadas por el señor Aragoneses (sobre cuyo nombre de pila existe alguna confusión ya que, al parecer, hubo dos hermanos, Carlos y Frutos, ambos profesores de dibujo en el Ramiro), fotografiarnos con los nobles restos de Garibaldi y observar lo poco que queda del trabajo de los acreditados taxidermistas, hermanos Benedito.



El aspecto del laboratorio (si a eso vamos, como tantos otros lugares del Ramiro), parecía indicar que seguía en uso, aunque tenemos que reconocer que el orden no era su cualidad más notable (que, sin duda alguna, era su historia).
Los comentarios más frecuentes estaban impregnados de considerables dosis de preocupación por su estado, más que por lo que se veía, por lo que brillaba por su ausencia y, sobre todo, por los pesimistas pronósticos que se cruzaban sobre su futuro.
Que el honorable pasado del Ramiro merece que en sus instalaciones se acometa una profunda intervención es tan evidente como improbable, por lo que nuestra visita conjugó la felicidad de recuperar nuestras vivencias de medio siglo atrás con el natural disgusto por la dolorosa constatación del deterioro de sus dependencias más nobles.



En cualquier caso, no estábamos dispuestos a sufrir, sino a disfrutar y, en consecuencia, la mayoría fuimos capaces de interiorizar nuestras críticas y dejar aflorar lo más importante que allí nos tenía reunidos (que no era otra cosa más que la inmensa alegría de estar, de nuevo, junto a nuestros compañeros, precisamente, en nuestro querido Ramiro). No es de extrañar, por tanto, que hubiese quien ni siquiera apreció los desconchones de las paredes pintadas por D. Carlos Aragoneses (¿o era Frutos?) y opinase que el bueno de Garibaldi estaba más en forma que nunca. Dicen que el amor es ciego.

Los doctores Martínez-Novillo y Valdés se saludan
González de Ubieta y Garibaldi sonríen a espaldas de un compañero sin identificar





González, Pueyo y Gracián tampoco quisieron faltar a la cita con Garibaldi


Motta y Gómez Martín frente a los frascos de culebras y lagartos























6 comentarios:

  1. Bernardo Perea nos cuenta esta anécdota, vivida en el laboratorio de Ciencias Naturales:
    Recuerdo un examen oral de Mineralogía en tal laboratorio (en 5º de bachillerato, con el Sr. Vila). Mientras esperábamos nuestro turno, nos llamó la atención un erizo vivo que allí había, al que alimentaba en ese momento con trozos de carne una profesora menudita (con su bata blanca) de pelo enteramente cano, cuyo nombre ignoro.

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    1. Y añade Bernardo:
      En días previos, en las prácticas de Mineralogía en las que se nos daban muestras del cinabrio, malaquita, rejalgar, mica..., con las navajas o a golpes contra el suelo, tomábamos (a escondidas, claro) un pedacito a fin de poder identificar el mineral en el anunciado examen.

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  2. Parece demostrado que el señor Aragoneses se llamaba Frutos. Así lo asegura una de las fuentes más acreditadas en conocimientos del Ramiro (Manolo Rincón) y, por si fuera poco, su nombre se recoge en el acta (firmada por D. Luis Ortiz y D. Pedro Dellmans) de la reunión del claustro de profesores celebrada el 15 de febrero de 1964, en la que se informa de su reciente fallecimiento (ya hacía tiempo que había dejado de ser profesor del Instituto), que tuvo lugar en fechas próximas al de nuestro compañero Miguel Díez del Corral y, también, al del Pipe.

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  3. Buenas tardes:

    Pese a poner en el texto Carlos Aragoneses, creo que se trata de un error en el mismo y es D. Frutos Aragoneses, profesor de dibujo que ilustró tambié los libros de texto de religión y francés. Manolo

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  4. ¿Frutos o Carlos?

    Podría ser cualquiera de los dos, pues ambos fueron profesores en el Ramiro. Mindán en el seminario de Dibujo menciona como profesores agregados a “Frutos Aragoneses Moreno y su hermano” (sin indicar su nombre).

    Carlos Aragoneses tomó posesión en el Ramiro en 1942, lo que concuerda con que sea el autor de las pinturas del laboratorio de Ciencias Naturales, y sea citado en el “libro promocional” del Instituto.

    Por su parte Frutos Aragoneses, según se recoge en el BOE, entró en el Ramiro en 1951, y creo que estuvo hasta 1960 cuando obtuvo plaza de Profesor Adjunto numerario en el Instituto Milá y Fontanals de Barcelona.

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  5. Esta última aportación de Paco Acosta parece confirmar que el autor de las pinturas era Carlos, ya que se realizaron en los años cuarenta.

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