sábado, 25 de abril de 2015

Cuadernos y libros

Cuando Juan Ramón Lozano empezó a enviarme imágenes de cuadernos y libros de la Escuela Preparatoria, me pareció que con ese extraordinario material íbamos a poder publicar una de las entradas más interesantes del blog. Pero aquello solo era el principio: siguió mandando más y más libros y, como no podía ser de otra forma, me quedé, totalmente atrapado en el recuerdo de cada portada, de cada ilustración, de cada autor...
Pocas palabras se necesitan para acompañar a estas maravillas, todas aportadas por Lozano, con la única y modestísima excepción del libro de química de preu, que lo tenía yo. Todo el mérito, pues, es de Juan Ramón, al que todos agradecemos que haya tenido el inapreciable cuidado de ir guardando la totalidad de sus cuadernos y libros, milagrosamente salvados de las permanentes amenazas que, en todas las casas, planeaban sobre cualquier elemento que ya no era de uso imprescindible o considerado inútil y obsoleto por nuestras madres, quienes (como casi todas las madres, que las nuestras no eran diferentes en eso) en cuanto nos descuidábamos regalaban nuestros juguetes y se deshacían con asombrosa diligencia de todo aquello que a nosotros nos parecía importantísimo y cuyo único delito era el de ocupar un espacio que, por lo visto, se precisaba para objetos más prácticos. El afán por el orden de las madres (algo que debe ser universal y consustancial a la condición de madre) siempre ha estado reñido con el interés de los niños por conservar importantísimas pertenencias, cuyo valor nadie más que ellos sabe apreciar. Menos mal que la familia Lozano ha venido a recuperar nuestra memoria, desde los primero años de la Prepa hasta que terminamos en el instituto.
Seguro que, además, Juan Ramón hará algún comentario oportuno, con el que ilustrará verbalmente las fotografías publicadas. ¡Gracias!

No es fácil maquetar la página del blog con esta cantidad de fotografías, ya que el programa de Blogger tiene, digamos, personalidad propia y descoloca constantemente las ilustraciones, modificando su situación en la página cuando ya creías que, tras dos o tres horas de desesperación y lucha encarnizada y paciente contra los elementos, lo tenías todo configurado. Pero los del Ramiro (sobre todo los de la promoción del 65) hemos pasado por situaciones más complicadas y somos inasequibles al desaliento.
Otra odisea es poner los pies de foto a las imágenes, porque vuelven a rebelarse contra la lógica, el sentido común y la estética, convirtiendo la página en un puzzle desordenado, así que publico las imágenes de cuadernos y libros sin comentarios ni reseñas. Afortunadamente, las portadas son, en la mayoría de los casos, evidentes. Todos están colocados en orden cronológico (o casi), empezando por los más antiguos. Así que... ¡a disfrutar de este impagable recorrido histórico!



















miércoles, 22 de abril de 2015

Primero F

Está claro que las fotos de las clases se hacían durante la hora de Educación Física. La presencia casi constante del Sr. Pepín y los balones que aparecen en todas, así lo sugieren...
Con esta fotografía que publicamos del F (gracias a José María Padrino), ya solo nos faltan las del B y el E (aparte, claro está, de la que seguimos buscando del C con mayor calidad de reproducción) para tener completas las del primer curso.



Eso sí, por ahora, hay pocos identificados: García Burgos (26), Santiago Cubillo (33), Ordozgoiti (24), Penas Lado (23), Padrino (22), García Beiras (20), Portillo (9) y Díaz López (4). Necesitamos la ayuda de todos para continuar con la rueda de reconocimiento. Gracias.




























lunes, 20 de abril de 2015

Primero A

Debo aceptar que la foto de Primero A me produce cierta envidia.
No solo por el disciplinado orden que muestran nuestros compañeros ante el fotógrafo (la mitad de ellos radicalmente separados del resto de la clase de D. Saturnino, para experimentar nuevos y revolucionarios métodos educativos en el bachillerato que, al parecer, no fructificaron), sino, también, por la calidad del archivo que nos ha proporcionado Rafael Álvarez Espinosa de los Monteros.
Espero que la publicación de esta foto en el blog anime a quien tenga una buena de la clase de Primero C a enviárnosla y, sobre todo, a que los compañeros del B y del E no se queden sin su foto (aún no las hemos conseguido). La del D sí está publicada (con excelente calidad) y la del F será publicada en breve.

Me resulta muy fácil reconocer en la foto a la mayoría, pero no a todos, así que sugiero que sigamos con ella (y que, también lo hagamos con las otras, antes mencionadas) el método iniciado por Luis Bartolomé para identificar correctamente a la totalidad.

De momento, publicamos una primera lista, que iremos modificando a medida que se vayan recibiendo las oportunas correcciones y se completen los nombres que faltan. 
¡Manos a la obra! Y, por supuesto, gracias anticipadas por la colaboración.




















viernes, 17 de abril de 2015

Documentos históricos

Por algún motivo, mi padre guardó todos mis documentos del Ramiro. Hasta los más insignificantes. Supongo que fue porque pensó que en este año celebraríamos nuestras Bodas de Oro y que a mí me gustaría encontrarlos todos, perfectamente ordenados y clasificados. Fue una excelente idea.
Debo decir que mi padre murió en 1974 y que estos documentos han permanecido durante más de cuarenta años en un armario de su despacho que, como es lógico (tengo a quien parecerme) se conserva intacto.
Hace unas semanas, con el comienzo de los preparativos de nuestra celebración, decidí abrir la caja metálica en la que intuía que estaban y, efectivamente, me encontré con un verdadero tesoro que hoy quiero empezar a compartir con vosotros.
Seguro que no soy el único que conserva estas verdaderas piezas de museo, pero estoy convencido de que, a quien no las tenga, le gustará verlas tanto como a mí.
Hoy me voy a concentrar en algunos documentos de nuestro primer curso de bachillerato, el de 1958/59, con el que nos estrenamos en el Instituto, tras haber terminado la Escuela Preparatoria y superar el examen de Ingreso (del que también aportaré algún recuerdo de interés, más adelante).

Los carnets (creo que ahora se llaman carnés, pero a mí me suena fatal  - con perdón de la Academia - y, como no logro acostumbrarme a la palabra, prefiero seguir con el galicismo) del Ramiro eran documentos de una belleza extraordinaria. En el grupo de Facebook ya está publicado el de nuestro compañero José Antonio Carmona (con una preciosa fotografía, hay que decirlo), así que ahora publicaré el mío, sobre todo, para que se vea el número (52). Doy por hecho que cada uno de nosotros tenía un número diferente, en función del orden cronológico de matriculación en el curso. Este número era nuestro verdadero identificador (más que el nombre), tal como se verá más abajo. 

Hablando de los carnets, debo decir que (al menos, en mi caso) las fotografías fueron empobreciéndose con el paso de los años y dejaron de tener la calidad de estas primeras, realizadas de una forma mucho más artesanal y cuidada.

Gerardo Jimena nos recordaba, en uno de sus mensajes, el Servicio Médico. Pues bien, he aquí mi ficha del reconocimiento de ese primer curso que, según especifica con toda claridad, era el segundo que nos hacían (se ve que tuvimos uno anterior en la Prepa). Lo que ya no está tan claro en él es la fecha, por lo que ruego encarecidamente a algún compañero farmacéutico que la descifre (todos sabemos que una de las principales asignaturas de la carrera de Farmacia es la de 'Lectura e interpretación intuitiva de la caligrafía médica', mientras que los alumnos de Medicina, se aplican, muy especialmente, en las asignaturas de 'Escritura ilegible I' y 'Escritura ilegible II', ambas selectivas, claro está). 
Yo entiendo (con buenas dosis de imaginación) que el mes es septiembre, lo que me resulta chocante, teniendo en cuenta que nuestros cursos empezaban a primeros de octubre.
Puede que ese año tuviéramos que pasar el reconocimiento en septiembre, previo al comienzo de las clases, no sé...

El tercer documento contiene los recibos (supongo que todos recordaréis su pequeño y curioso formato, más próximo al de un billete de tren que al de cualquier recibo convencional) correspondientes a las 'Permanencias y otros servicios', de los que, pese a su ambigüedad, no debemos quejarnos porque es muy justo reconocer que eran, en verdad, económicos: 195 pesetas, es decir, 1,17 euros al mes. Y solo por ocho mensualidades, que ¡menudas vacaciones teníamos en el Ramiro!
Eso sí, en octubre debíamos abonar 50 pesetas más 'como cuota única por Instalaciones Deportivas'. Tampoco se pasaban, desde luego.
Y, aunque este otro pago que menciono ahora, quedaba bien recogido en la tarjeta que he publicado antes, incluiré aquí las 25 pesetas 'Por reconocimiento médico'. Un concepto, por cierto, que parece sacado de una de las tarjetas de 'Suerte' o 'Sorpresa' de El Palé, que estaban redactadas en términos similares.
Obsérvese que el número que figura en el carnet aparece en cada uno de los recibos.

El 'Servicio de Autobuses' era ya más caro: 315 pesetas (1,89 euros). Yo, por cierto, iba en el número 1, con una señorita morena muy simpática (me tenía mucho enchufe), cuyo nombre no recuerdo y que trabajaba en la Secretaría del Instituto. Tanto estos recibos como los de las 'Permanencias y otros servicios' llevaban su correspondiente tasa estatal en 'timbres móviles' (así se llamaban esas pequeñas pólizas), de 40 céntimos para los autobuses y de solo 25 para la escolaridad. Es de suponer que estos 'timbres móviles' había que abonarlos aparte.

Cuatro documentos del enorme legado que dejó mi padre, y que tanto celebro tener para poder compartir con todos mis compañeros de promoción. 

Nota: Si alguien quiere ver ampliados los documentos, no tiene más que pinchar sobre las imágenes.

domingo, 12 de abril de 2015

Roma en blanco y negro

Recuerdo perfectamente que, en aquellos años, Roma era una ciudad en blanco y negro.
Es probable que en el pasado, sobre todo en los lejanos tiempos imperiales, hubiese sido tenido un colorido espléndido, pero cuando yo la conocí por primera vez, el día 6 de abril de 1965, era, sin la menor duda, una ciudad en blanco y negro.

El grupo del Ramiro, frente a la Basílica de San Pedro
Este hecho no restaba belleza, en absoluto, a sus innumerables monumentos antiguos, interés a sus calles ni majestuosidad a sus múltiples obras de arte, sino que, manteniendo la totalidad de sus fabulosos valores históricos y su enorme riqueza artística, conseguía acercarla al visitante, quien se sentía, sin remedio y de inmediato, parte integrante de ella.

La foto de nuestro grupo, frente a la sorprendentemente solitaria entrada principal de la Basílica de San Pedro, confirma mi teoría sobre la ausencia de color en aquella, ya distante, primavera romana.

Durante mucho tiempo pensé que mi primer alojamiento en Roma fue la Pensione Rampone, pero está claro que era porque me empeñaba en ello. Supongo que mi manía de vincular nuestra estancia en Roma con esa pensión (que, en realidad, estaba en Génova - Via Balbi 15 - y es donde comimos el día 5, camino de Pisa), estaba motivado por la especial sonoridad de un nombre cuya similitud con el adjetivo castellano 'ramplón' inducía a pensar en un alojamiento tirando a vulgar y chabacano.
La carta de mi padre, recibida en la Pensione Antares de Roma

Sin embargo, el programa del viaje (que conservo) deja bien clara la verdad, ratificada por la carta que muestro aquí, enviada a Roma por mi padre (es asombroso lo bien que funcionaban los servicios postales de entonces), que demuestra de forma fehaciente que estábamos alojados en la Pensione Antares (un nombre mucho más elegante y estelar), situada en el número 8 de la Via del Viminale, muy cerca de la muy famosa Stazione Termini, inmortalizada por Vittorio De Sica en su célebre película.
A mí el barrio no me gustaba nada, aunque todos decían (nunca llegaron a convencerme de ello) que era muy céntrico y que desde allí podíamos ir andando a cualquier parte.
Eso sí, como D. Pedro Dellmans era un santo varón, no era muy complicado escaquearse, pese a la severa vigilancia de un D. Fidel García Cuéllar preocupado por los periódicos comunistas italianos y por otros con chicas ligeras de ropa en su portada, que él aseguraba que también eran comunistas. Yo no me llevaba muy bien con D. Fidel, pero debo decir que me alegré mucho de verle hace unos días y comprobar que, a sus 91 años, se encuentra estupendamente. Ojalá pudiera abrazar, también, a todos nuestros profesores del Ramiro. Solo tengo recuerdos buenos de ellos.

Coliseo
El caso es que, como digo, los monumentos romanos, al igual que la totalidad de la ciudad, eran entonces en blanco y negro. Solo el Vaticano parecía tener, desde algunas perspectivas, un cierto tono coloreado, similar al de las viejas postales iluminadas a mano, pese a que la foto que guardamos de aquel momento insiste en lo contrario.
En aquel primer viaje a Roma, el aluvión cultural que se nos vino encima fue monumental (en el sentido más literal de la palabra). Era imposible no sucumbir ante el ataque masivo de más de dos mil años de historia que caían sobre nuestras jóvenes cabezas, sin demostrar la más mínima compasión por nosotros.
Una avalancha de piedras milenarias en blanco y negro, desprovistas de la piedad que hubiera parecido lógico presumir intramuros de la Ciudad Eterna, nos arrasó, dejando tan solo en pie un par de estatuas de mármol de Miguel Ángel, la enorme cúpula en San Pedro, el Coliseo y unas escalinatas llenas de puestos de flores.

Fontana di Trevi
Al margen de eso, tres imágenes se quedaron ya grabadas para siempre en nuestro recuerdo (al menos en el mío).
Y lo hicieron hasta tal punto que en todas las ocasiones futuras siguieron llamando mi atención, con una perenne y magnética fuerza, a la que yo nunca he sido capaz de resistirme.
Para más adelante quedarán esos lugares tan recurrentes en mis posteriores viajes, como el Trastevere, las vistas desde los puentes sobre el Tíber con la cúpula del Vaticano al fondo, la plaza Navona y su Fuente de los Ríos, la Bocca della Verità y, claro está, el Castel Sant'Angelo, desde cuyas almenas saltase hacia la eternidad la valerosa Floria Tosca para volver a encontrarse con su Cavaradossi... 

Pero la Roma en blanco y negro tenía una imagen dominante de Fellini, con la Fontana di Trevi al fondo (Via Veneto y su Ambasciatori Palace - reservado por mi amigo Paquito - también vendrían luego). Esa fuente monumental eclipsaba otras obras de arte más valiosas, hasta el punto de relegar a muchas de ellas a categorías inferiores a las que, en justicia, les correspondían. 
La fuente es, desde hace más de medio siglo, el icono universal de Fellini y, en homenaje a él, por la noche crece el poder de Neptuno, pareciendo cobrar vida en ausencia de los incómodos turistas.

Foro Romano
El Foro Romano también era, entonces, en blanco y negro. Creo que es la única vez que lo he visto así, porque nunca dejo de visitarlo cuando voy a Roma y hay verde entre las ruinas y el cielo se mueve, azul, en los huecos que le hacen las nubes. Pero en abril de 1965 era en blanco y negro, lo recuerdo muy bien. El color debieron ponerlo después... o lo quitaron para nuestra visita, no lo sé.
Gómez decía que la ciudad estaba de luto por la muerte de Juan XXIII, una teoría muy poco consistente, como casi todas las de mi eterno y muy apreciado compañero de clase, al que no puedo evitar recordar con una gorrilla ladeada y un chaleco que siempre le quedaba corto (y con todo el cariño que merece, claro).
Asombraba que casi todo el mármol original hubiese desaparecido y que fuese necesario hacer un esfuerzo significativo con la imaginación para reconstruir aquel glorioso corazón de la república y el imperio, aunque se nos intentó tranquilizar asegurándonos que una buena parte de esas venerables piedras estaba ahora en el Vaticano y en otros palacios e iglesias de Roma. Aceptamos la explicación, que solo calmó parcialmente nuestra preocupación, al imaginarnos a Julio César atendiendo, poco convencido, a semejantes justificaciones.

Panteón de Agripa
Como tercer gran icono de aquel viaje quedó el Panteón.
El Panteón de Agripa no es solo el monumento antiguo que mejor se ha conservado en Roma, sino, probablemente, una de las más extraordinarias obras de arquitectura de toda la historia. Parece que el edificio que ha llegado hasta nuestros días no es el original, sino el construido en los tiempos del emperador Adriano, quien no quiso que su nombre fuese el que apareciera en el monumento, por lo que conserva la inscripción original que sigue atribuyendo el mérito al que levantara Marcus Agrippa en tiempos de Augusto, el primer emperador romano. 
Desde hace muchos siglos es una iglesia católica (Santa María de los Mártires) que ha mantenido intactas casi todas sus virtudes arquitectónicas a través del tiempo, algo verdaderamente insólito y por lo que todos debemos felicitarnos.
Hoy, la zona que rodea el Panteón es una de las más animadas de Roma, con bares, hoteles, comercios y, sobre todo, terrazas y restaurantes atractivos y concurridos. Una de las mejores opciones para una cena al aire libre en las frecuentes noches templadas de la ciudad (y mucho más interesante que el régimen de pensión completa que teníamos establecido en la desaparecida Pensione Antares).

Basílica de San Pedro
Tuvimos un largo recorrido por las Catacumbas que, al parecer, fue muy especial (dicen que con misa incluida, algo que yo no soy capaz de recordar). Yo, tal vez para evitar, inconscientemente, comparaciones poco justas con aquella ocasión, nunca he vuelto por allí.
Y, desde luego, también lo fue el dedicado a las cuatro basílicas mayores, que sí son de obligada y reposada visita para cualquier viajero, cada vez que llegue a la capital de Italia.

Hoy, cuando pensamos que ha pasado medio siglo desde aquel viaje, que empezó el 2 de abril de 1965 y terminó quince días más tarde, nos damos cuenta de que cincuenta años son poca cosa para una ciudad que recibe el apelativo de 'eterna', aunque sí hayan sido muchos para nosotros.
En Roma pasamos cuatro noches y tres intensas jornadas que dejaron un recuerdo imborrable en todos los que tuvimos la suerte de compartir aquel recorrido que casi ponía el punto final a nuestros intensos años de vida común en el Ramiro. Un par de meses después, llegarían los exámenes de Preu y, con ellos, la despedida... hasta nuestra gran cita del 20 de junio de 2015, en la que volveremos a encontrarnos.


Hoy, Roma es una ciudad llena de color, a la que he tenido la ocasión de ir con frecuencia gracias, entre otras cosas, a que en ella vivió mi hija durante algún tiempo. Pero en mi primer viaje, en nuestro primer viaje, se conservaba, aún, heredera de aquella dolce vita felliniana que la colocó en las retinas del mundo bajo una nueva óptica, sofisticada, decadente... y, sobre todo, en blanco y negro.

viernes, 3 de abril de 2015

Desde el cielo

No estamos en contra del cambio ni del progreso, desde luego, pero somos muchos los que nos alegramos de haber vivido la mejor época del Ramiro de Maeztu...














Y, tras las dos fotos aéreas, la que más nos interesa (la de 1961), con sus principales localizaciones identificadas (por Luis Bartolomé), por si a alguno le flaquea la memoria.