lunes, 27 de julio de 2015

En la capilla

La actual Capilla-Museo ocupa el local que fuera del Museo Religioso. Sustituye a la desaparecida vieja capilla (situada en la segunda entreplanta) y mantiene hoy una doble función, conservando una buena parte de las piezas originales del museo, aunque, por desgracia, algunas han desaparecido.
Se trata de un espacio muy interesante,  decorado con dos grandes pinturas murales (una a cada lado de la sala), realizadas por D. Antonio Cobos, profesor de dibujo en la primera época del Ramiro, cuya obra pictórica está presente en otras dependencias, destacando en todas ellas su valor artístico y su detallista minuciosidad histórica.

Manolo Rincón nos explica los detalles del impresionante trabajo del Sr. Cobos



El gran panel de la izquierda (mirando hacia el altar) es el titulado 'Historia de la Iglesia', dividido en su parte inferior en veinte sectores, cada uno dedicado a destacar los hechos más relevantes de la Iglesia en sus veinte siglos de existencia (como es lógico, termina en el XX). La parte superior está presidida por la imagen de Jesús, rodeado de los papas más importantes. Bajo ellos, un singular espacio horizontal recoge, también en orden cronológico, una representación muy gráfica de las principales herejías, con sus líderes cayendo, sucesiva e inevitablemente, a las llamas del infierno.

Al otro lado, dividida en tres partes, vemos la 'Vida de Nuestro Señor Jesucristo' (en realidad, su 'vida pública'). El centro es un dibujo en perspectiva de la ciudad de Jerusalén, en el que se resaltan los principales momentos de la pasión y resurrección de Cristo, mientras que los dos laterales son sendos mapas de Palestina, con los hechos más significativos de los tres últimos años de Jesús.

En todas las pinturas de Antonio Cobos sobresale el carácter didáctico-histórico por encima de cualquier intención doctrinal, lo que evidencia que estaban concebidas para un museo y no para un lugar de culto religioso.

Y, al fondo, tras el altar custodiado por las imágenes de Santa Teresa y San Juan Evangelista (asimismo procedentes del Museo Religioso), presidiendo con su sencilla y delicada belleza todo el recinto, la talla de la Virgen del Ramiro, obra de Vicent, que todos de sobra conocemos.

Admirando el excelente trabajo del Sr Cobos
Pues bien, en esta Capilla-Museo tuvo lugar la emotiva ceremonia religiosa concelebrada por nuestros compañeros Brändle, Cociña, Coronado y Sánchez Robles.
Fue un acto en el que sentimientos y emociones sobrevolaron los bancos de esta joven capilla y antiguo museo, con independencia de las añadidas por las íntimas convicciones religiosas de los presentes, que solo deben quedar para el interior de cada uno.
Yo, que no destaco por mis virtudes religiosas, me emocioné viendo a cuatro de mis queridos compañeros junto al altar. Además, me sentí orgulloso de que fueran ellos (que habían vivido, junto a los demás, los felices años del Ramiro) quienes estuviesen allí arriba, transmitiéndonos su cariño. No me gusta mucho utilizar la palabra 'fraternal' (me suena ñoña y ligeramente mojigata), pero, sin necesidad de utilizarla de forma expresa (sí, es cierto, ya la he escrito), la verdad es que no creo que me equivoque mucho si digo que la sensación generalizada era la de estar no ya entre compañeros, sino entre hermanos (de los buenos, claro, que también hay de los otros).


Pido perdón a los cuatro oficiantes por lo que voy a decir (aunque me consta que tienen muy controlada esa tendencia a la vanidad tan frecuente en el hombre), pero estoy convencido de que la ceremonia fue tan feliz, emocionante y afortunada, gracias, sobre todo, a lo que ellos pusieron de su parte. Brändle, Cociña, Coronado y Sánchez Robles la elevaron de nivel, trasladándola a esa poco habitual categoría en la que permanecen, eternos y serenos, los recuerdos inolvidables. Gracias, compañeros, por brindarnos un acto tan solemne y, a la vez, tan sencillo, enriquecido con el valor añadido de quienes se expresan, directamente, con el corazón.

No puedo evitar el recuerdo personalizado a cada uno de los compañeros fallecidos, que llegó en la voz de Manolo Cociña y surgía del interior de todos y cada uno de nosotros. Yo estaba en una de las primeras filas y, en ese momento, giré la cabeza hacia atrás porque me pareció escuchar la voz de alguno de esos amigos. Creo que vi a varios de ellos ocupando los pocos huecos que quedaban en los bancos, pero no puedo asegurarlo, porque mi corazón latía acelerado y mis ojos estaban demasiado húmedos como para proporcionarme una visión lo suficientemente clara...


Para acabar de poner en riesgo la presión sanguínea de cuantos tuvimos la suerte de vivir la ceremonia de la Capilla-Museo, la señora Rey pronunció unas palabras finales tan sentidas y cariñosas que fue un milagro que ninguno de los presentes tuviese que pedir permiso a los celebrantes para abandonar el acto, camino de la enfermería (acompañado, como siempre fue lo habitual, por algún solícito voluntario).


Y, así, la Capilla-Museo del Ramiro, enriqueció su historia con la presencia colectiva de la promoción más importante (yo no puedo evitar caer en el pecado de la vanidad) de cuantas han pasado por aquellas nobles aulas, a las que tanto debemos.


He aquí otras fotos de la emocionante ceremonia:



                                          
Y, finalmente, dos imágenes que se conservan del antiguo Museo Religioso, tal como era antes de ser convertido en capilla:
































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